Un reto que se levanta ahora delante del protagonista como una montaña del Himalaya, pero que guarda en su cumbre la realidad de un sueño aletargado, mantenido y alimentado durante cuarenta años.
Proyecto 24 H Montmeló 2017
No sólo de pan vive el hombre: y afortunadamente contamos con los sueños para que saquen nuestra contradictoria existencia de su prosaica monotonía. Porque, si no fuera por los sueños, ¡qué sería de nuestro transitar por esta experiencia humana al ritmo inexorable que marca el calendario, con sus letras insulsas y la frialdad de sus cifras!
Pero lo cierto es que los sueños se pueden quedar en eso, sólo en sueños; y cuando se estancan en ese limbo ilusorio, no pasan de ser meros anhelos que terminan por difuminarse antes de que empecemos a creer en ellos. Sin embargo, hay ocasiones en las que esos sueños descienden del pedestal en el que los encumbra nuestra fantasía y toman cuerpo en un horizonte, que por muy lejano que se antoje, se halla fijado en el plano de nuestra realidad más tangible. Es en ese trance, en el paso del mundo onírico a la materialidad del día a día, en el que los sueños dejan de serlo para transformarse en objetivos.
I have a dream, una frase que se ha popularizado universalmente y que ha pasado ya a formar parte de la Historia. Un servidor también, hace ya muchos años, tuvo un sueño y llegó a creer durante muchas, muchas noches que podría rozarlo con la punta de los dedos tan sólo alargando el brazo desde su almohada. Un sueño montado sobre una carrera de leyenda que le atravesó de lleno en esos años tan vulnerables a las emociones más fuertes como son los de la primera juventud.
La Carrera de El Parque
Sí. Las 24 Horas de Montijuich era un acontecimiento que, durante un fin de semana, transformaba por completo la faz de una gran urbe. Las 24 Horas de Montijuich representaban un sueño no sólo para cualquier joven barcelonés, sino que lo era para cualquier joven amante de la velocidad, ya fuese de Jaén, de Gijón o del mismo Madrid, como quien firma este artículo. Las 24 Horas de Montijuich presentaban para muchos talleres de Barcelona un objetivo vital, casi como su propia razón de existir, que marcaba el ritmo, la ilusión y entusiasmo de cada año. Y por si fuera poco, aquella carrera de resistencia levantaba como un auténtico reto para todo piloto, por muy velocista que fuese, que pretendiera aglutinar en su palmarés un prestigio internacional mínimamente representativo; porque no en vano, en aquella época dorada de la resistencia en la Península, las 24 Horas de Montijuich gozaban de un rango planetario, formando parte del campeonato del mundo de Endurance.
Y así era cómo, allá por el año 77, un servidor vivía todas las noches un sueño, y soñaba despierto todos los días, viéndose en plena subida de la Pérgola, trepando luego por San Jorge para alcanzar la recta del Estadio y lanzarse después en barrena a por el ángulo de Miramar, y toda la serie de curvas con nombres que parecen sacados de la literatura fantástica: La Font del Gat, el Grec, El Mercado de las Flores…, hasta pasar por la recta, delante de unos boxes instalados al pie de la grandiosa fuente de Montjuich.
Así viví aquellos años y así se desvaneció, finalmente, aquel sueño, a pesar de que durante muchas semanas lo sentí vibrar con tanta intensidad que llegué a creerlo tan real como el sol que veía, y que afortunadamente hoy sigo viendo, levantarse cada mañana.
Sin embargo, aquel sueño no llegó a esfumarse por completo, sino que más bien quedó sumergido en un prolongado letargo, un letargo de varios lustros durante el que, de alguna forma, lo sentía palpitar en un rincón de mis sentimientos.
Las 24 Horas de Montmeló
Y así llegamos hasta un box de Le Mans, en un buen día de 2009, cuando de repente me sentí pasando a fondo, en medio de la noche, por la recta…, pero no, no. No por la recta de Le Mans, sino por la de otro circuito en tierras catalanas. Efectivamente, me vi metido de lleno en aquella experiencia irreal como si la estuviera viviendo en aquel mismo momento, y me sentí acoplado tras la cúpula de una moto, siguiendo el haz de sus faros, a 300 por hora sobre la recta de Montmeló. Y así fue cómo todo emergió de nuevo al salir de aquel box francés, después de hablar, y sobre todo de sentir de lleno la fuerza que transmite con sus palabras y con su mirada el gran David Checa, piloto de corazón bizarro donde los haya.
A partir de ese día, poco a poco y por impulsos, aquel sueño de antaño fue tomando de nuevo protagonismo en mi mente para ir desperezándose del letargo y descender paulatinamente hasta cubrir por completo, a día de hoy, el horizonte que un servidor tiene delante de sí. Las 24 Horas de Montmeló, nacidas hace ya 22 años, preservan hasta nuestros días buena parte de aquella legendaria carrera de El Parque, y representan hoy día para un servidor ni más ni menos que la proyección de aquel sueño vivido desde hace ya nada menos que cuatro décadas.
Bien. Después de varias tentativas en los años siguientes, que no pasaron de la mera ilusión, y después de que para la pasada edición llegase a plantearme seriamente la participación, aunque de una forma algo precipitada, para este año de 2017 ya no hay excusa. Lo he comunicado, casi de manera solemne, a mi familia, he implicado emocionalmente a mis amigos, se lo he dicho a mis compañeros de trabajo, y, sobre todo, el acuerdo con el equipo está, no sólo encarrilado, sino ya que ha empezado a gestarse esa complicidad, ese vínculo tan particular y necesario que caracteriza a toda formación del Endurance. Por tanto, amigo lector:
Alea jacta est
El proyecto 24 H Montmeló 2017 ha arrancado ya, y el sendero se ha abierto con un secuencia de barreras en medio, que ahora se levantan como los escalones más difíciles de una dura trialera: La forma física, que hay que trabajar y pulir en una línea dura y constante a lo largo de estos meses, los costes económicos, antes y durante la carrera, conocer el circuito desde la moto -no he rodado jamás en Montmeló-, el trabajo sobre el aspecto psicológico para abarcar en la mente una carrera tan larga, pero sobre y como barrera más complicada, el ritmo…, sí, me refiero al ritmo de paquete con el que un servidor pilota en la actualidad, y que necesita subir enteros de una forma inmediata; para ello tendrá que ponerse las pilas con unos entrenamientos específicos que veremos más adelante…
Porque, como decía García Márquez: “Vivir para contarla”, y porque la verdad es que no sabría decir muy bien si un servidor va a disfrutar más viviendo esta experiencia completa con toda su fuerza, con toda su intensidad, o escribiéndola para trasladarla al lector, tratando de implicarle desde ahora en todo el proceso, hasta llegar a subirle en la propia moto el día de la carrera. Todo ello llevado a cabo con más de diez reportajes que irán describiendo todos los aspectos de la preparación y de la propia participación en esta épica carrera.
Amigo lector, como he dicho, la suerte está echada, y ahora me tomo la libertad de invitarte con estas líneas a caminar conmigo hasta el destino que me prepara.
¿Me acompañas?
La noticia sobre I too have a dream: Las 24 Horas de Montmeló 2017 es contenido original del blog de MoriwOki
No hay comentarios:
Publicar un comentario