Ya había probado alguna versión anterior de este modelo que se perpetúa en la gama Harley; pero, la verdad sea dicha, es que no tenía ni idea de cuál es la fisonomía de esta última edición de la Fat Bob que la marca de Milwaukee puso en el mercado en 2.017. Sí, confieso abiertamente que no había visto ni una sola foto de ella antes de plantearme este reportaje. Así pues, cuando pasé a recogerla, me enfrenté a esta nueva imagen postnuclear que ofrece, así, directamente y sin anestesia. Primero busqué los dos faros paralelos y de óptica reducida que presidían su frente entre la fila de motos dispuestas en batería, dentro de la nave que la guardaba; y pasé de largo, claro está, por delante del rectángulo que guarda en su seno la nutrida formación de leds. “No. Es ésta”, me señaló el encargado de entregarme la nueva cerda, y acto seguido la sacó de la fila
Dicen que los diseñadores yanquis se inspiraron en la antigua serie televisiva Galáctica para crear su imagen; pero lo cierto es que, su aspecto oxidado, añadido a un faro tan peculiar y rematado por el andamio que sujeta la matrícula, me trasladaron al instante hasta la tierra desolada sobre la que Mad Max encontró la cúpula del Trueno. Tan sólo reconocí la Fat Bob que guardaba en la memoria por el donut motado sobre la llanta delantera, el manillar arqueado sobre las torretas que emergen de la tija superior y el asiento, perfilando su silueta con la voluptuosa forma de la aleta trasera.
En fin, es probable que se trate tan sólo de las fantasías creadas por la imaginación de un motorista trasnochado. El lector juzgará con su gusto particular, que a buen seguro lo tiene más refinado que el de un servidor, la estética de esta nueva Softail, que en otro tiempo fue una Dyna.
Botón de arranque en la Raf Bob
La posición tras el manillar diría que no ha variado ni un milímetro, con lo que podemos decir que se trata de una postura con las medidas que una Cruiser guarda su guión. Pulsamos el botón y, como no podía ser de otro modo, sentirnos la trepidación de un motor ciclópeo poniendo en marcha su ciclo. Una vez arrancado, no se escucha ni el amago de una sola explosión, tan sólo el rumor callado de una gran máquina, amordazada por la normativa Euro4.
¿Esta Fat Bob suena a Harley? Pues la verdad, no se pude decir que se confunda con otra moto; pero lo cierto es que, en los últimos tiempos, el Sound de Milwaukee ha ido cambiando el tono sin más remedio: Es otro, aunque pienso que no deja de ser Harley, como veremos a continuación.
Bien. Pisamos sobre la palanca de cambio para clavar la primera y el clonc característico, casi como un sello de la marca, se deja oír sobre el eco vacío de cualquier garaje. Al soltar la maneta, el embrague nos hace su robusta entrega con una progresión milimétrica de esa voluptuosa sensación, una sensación de verdadero poder que transmite el bicilíndrico actual, con doble bujía y unas 114” que lo meten de lleno en el espacio de lo descomunal.
Franqueamos la puerta del garaje, y la luz de leds, junto con la esfera del clásico reloj, pasan automáticamente de su modo nocturno al diurno. Al salir a la calle y dar el primer toque al acelerador de esta Fat Bob, lo sentimos conectado directamente a la tracción demoledora de cada pistonada sobre el asfalto. Por ello, el segundo postulado para sentirse sobre una auténtica Harley, lo que la marca llama el Feel, llega sobre el mullido asiento de la Fat Bob con más intensidad que nunca; un feel que se prolonga en la aceleración, con un motor que se muestra rotundo, empujando sin pereza para obtener una marca de cero a 100, con 306 kilos en marcha, que a buen seguro pondrá la cara colorada a algunas motos bastante más ligeras y de conducción pretendidamente más viva.
Y al girar el puño por completo, con su largo recorrido, emerge desde la admisión un sonido grave y tan profundo que parece salir de la gruta en la que habita una criatura colosal. Ese sonido grave, casi sobrecogedor, pone música al vivo empuje de dos pistones como dos cacerolas, que invita a más de una alegría, al margen de una conducción puramente custom, más aun sobre una Cruiser que se siente tan sólida, tal y como vamos a ver de seguido.
Recapitulando en cuanto al motor, lo cierto es que, para no perder prestaciones, ni sobre todo sensaciones, bajo el severo yugo de la Euro4, Harley continúa sobre la línea que tomó cuando aparecieron las primeras restricciones, aumentando gradualmente la cilindrada hasta alcanzar la cota actual de esas 114”, o lo que es lo mismo 1.868 cc.
El cambio a Softail de la Harley Fat Bob
Tenía mis dudas sobre el comportamiento que podría mostrar con este cambio un modelo de Harley al que consideraba con las aptitudes más resueltas y eficaces sobre la carretera –dejando al margen la XR1200X-, sospechando que pudiera haber mermado su aplomo en favor de esa lacia comodidad que pude sentir en otras primas suyas de la familia softail, tales como pudieran ser la De Luxe o la propia Heritage. Para comprobar lo antes posible si esto era así, hice pasar a esta Fat Bob 2.018 por el severo test de una de las curvas que empleo habitualmente para extraer conclusiones inmediatas sobre el comportamiento de una moto, unas conclusiones que a veces pueden resultar definitivas.
Se trata de un viraje largo a izquierdas, bastante rápido, que mantiene su radio prácticamente fijo, pero que guarda en plena trazada una amplia bañera, con una notable depresión que pone contra las cuerdas el chasis, las suspensiones e incluso las carcasas de los neumáticos.
Entré en la curva a buen ritmo, dispuesto a sujetar con los brazos la previsible sacudida, haciendo las veces de amortiguador de dirección sobre el manillar. Sentí bajar de golpe la Fat Bob en la entrada a la bañera, y lo hizo con nobleza, deslizándose firme hasta el momento de subir. Buena chica, pensé, pero aún quedaba lo más difícil, que llegaría a continuación: El lanzamiento por la subida de la bañera con su momento ingrávido posterior y el siguiente, el más crítico, cuando la moto deja caer de nuevo todo su peso sobre el asfalto.
Al comprimirse toda la moto contra la rampa de subida, la horquilla invertida hacía su trabajo sin reacciones parásitas, con una pasmosa efectividad y la solidez de un monolito; pero mis mayores dudas se fijaban sobre el tren posterior y su apoyo sobre el sistema softail. Lo cierto es que sentí el trasero fijado con firmeza, sin una oscilación, sobre la trayectoria que marcaba a la moto con el manillar. Y en el momento siguiente, las suspensiones se estiraron completamente al coronar con toda la inercia la leve cresta que remataba la bañera. Muy bien hasta ahí.
En ese trance, no es que la moto vuele o salte, pero sí es verdad que con la velocidad, percibí en el diafragma una notable ingravidez. Y al dejar caer de nuevo todo su peso, con el empuje añadido del motor, la Fat Bob dibujó una contorsión, particularmente atrás; que sin embargo no llegó a descomponer el conjunto y mantuvo la moto sobre la trazada aplicando firmeza, que no rigidez, en los extremos del manillar; y lo más importante, en definitiva, es que remató todo el paso por la bañera sin desviarse ni un milímetro de la línea que le había marcado.
La conclusión de esta micro prueba, contrastada con el trabajo posterior en un test continuo de conducción, es que la Fat Bob se siente como un conjunto sólido y compacto en marcha, que en cuanto te has habituado a esos 306 kilos tras los primeros kilómetros (siempre que vengas de una moto más ligera), te la llevas contigo en cada cambio de dirección con una naturalidad y una soltura que no te imaginas antes de subirte a ella por primera vez. Por añadidura, girarla resulta particularmente sencillo, si pisas con firmeza la estribera interior, colocada en esa posición privilegiada, adelante y apartada de la línea longitudinal de la moto.
Efectivamente, el aplomo de la Fat Bob es irreprochable, llevándolo a los límites de una conducción que poco o nada tiene que ver con la placentera marcha custom, y permitiendo, además, un ángulo de inclinación que también resulta sorprendente, al hablar de un modelo engendrado en el lado oscuro de la moto. La verdad es que me dejaron impresionado las tumbadas que se pueden hacer con esta Fat Bob. En las primeras curvas despejadas de tráfico, pensé que rozaría con los avisadores de inmediato, y agazapaba la bota todo lo que podía detrás del reposapiés; pero no me daba cuenta de que aún me sobraban unos buenos centímetros y no fue hasta que me sentí muy tumbado sobre una larguísima curva redonda cuando escuché la conocida estridencia del avisador frotando contra el asfalto.
Un último detalle en el apartado de la estabilidad y de las suspensiones: El sistema softail de la Fat Bob ofrece muy a mano un pomo de generosas dimensiones para regular fácilmente en 5 graduaciones la precarga de su suspensión oculta bajo el motor, que, como bien conoce el lector, para simular un chasis rígido, trabajando a la inversa de una convencional, estirándose cuando la moto baja y comprimiéndose cuando sube.
La frenada de la Fat Bob
Se siente progresiva en el primer tacto de la maneta y contundente a medida que la vamos apretando. Es una frenada que se siente rotunda, con la soberbia mordida de sus pinzas con 4 pistones, dejando en otra dimensión esa mala fama que tradicionalmente se ha atribuido a las Harleys. Una frenada apoyada sobre un donut delantero que transmite un sólido aplomo sobre el asfalto, y que hará sentir al harlysta toda la confianza y la seguridad en las frenadas más exigentes.
El freno trasero, además de mantener el conjunto lo más horizontal posible durante la retención, ofrece una ayuda nada despreciable a los dos discos para sujetar la Fat Bob.
Por otro lado, todo el trabajo de la frenada queda supervisado por el ABS, además de verse asistido por la potente retención que ejerce al reducir de marcha la compresión de un motor de dimensiones gigantescas, y que podemos regular a nuestro gusto en la forma que empleemos de soltar la maneta.
Sobre los neumáticos de la Fat Bob
No se puede hacer ningún reproche al imponente agarre con el que se comportaron en seco los Dunlop diseñados específicamente para la marca de Milwaukee. El delantero juega un papel fundamental reforzando la frenada que acabamos de describir y el trasero aguanta la tracción de percherón que el 114”transmite a la rueda, cuando le giras el puño sin contemplaciones en plena tumbada.
Conclusiones sobre la Harley Fat Bob
Por 21.100 euros en color negro y 21.350 en el de nuestro reportaje, Harley ofrece una Cruiser de respuesta robusta y soltura resuelta en el paso por los continuos cambios de dirección que plantea, por ejemplo, toda carretera de montaña, con un considerable margen para inclinar y moviendo un peso que exige anticiparse brevemente antes de cada frenada o de cada llegada a una curva, pero sin la necesidad de preparar, ni mucho menos, algo así como el plan de un mercante para entrar a puerto.
Y si no existiese la familia V Rod de Harley, esta Fat Bob, por su musculosa aceleración y un sólido comportamiento que hace sentir la moto de una sola pieza en cualquier circunstancia de la marcha, se podría encuadrar sin variaciones en el segmento de las Muscle Bike, al estilo de la Guzzi California Custom, de la Ducati Diavel o de la propia Rocket III de Triumph.
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La noticia sobre Harley Davidson Fab Bob: La cruiser más robusta y galáctica es contenido original del blog de MoriwOki